Amanece, aún es temprano, las 6:25 de la mañana, el sol ni
si quiera se ha colado por las rendijas de mi persiana. En casa todos duermen,
todos menos yo, que nada más oír el primer pitido del despertador ya me he
puesto en pie. Aún, con legañas en los ojos. me dirijo hacia el cuarto de baño,
me hecho un poco de agua en la cara y si
estoy de buen humor, me sonrió en el espejo.
Vuelvo a la habitación, abro el armario y otra vez lo mismo
de siempre, el armario a rebosar de ropa pero
nunca encuentro nada que ponerme. Total, que viendo que el tiempo se me echa
encima cojo lo primero que pillo, me lo plantó encima y otra vez al baño, ¿No
pretenderás que salga de casa con este careto? No, no claro que no, un poco de
raya de ojos y algo de rímel nunca vienen mal. Después me paso el peine de
cualquier manera, tampoco tengo de ponerme a quitar enredos a esas horas, y
total luego siempre vuelvo a casa despeinada…
El tiempo sigue corriendo ya casi son las 7 y aún me quedan
mil cosas por hacer. Voy corriendo hacia la cocina saco una taza cualquiera y
echo un poco de leche, voy volada al armarito y saco de la caja un par de
galletas, y ¡oh! ¿qué sucede? El día solo acaba de empezar y ya va todo mal, de tanto mojar las galletas en la leche se me
han caído dentro del vaso y ahora ¿qué hago? Pues vuelvo a abrir el maldito
cajón y saco una cucharilla para poder salvar a la pobre galleta ahogada. Lo
conseguí madre mía son las 7:10 y yo ¡perdiendo el tiempo con una puta galleta!
Corro hacia el lavabo mis dientes me necesitan, tengo que hacer malabares para
no mancharme el jersey con la pasta, pero una vez más vuelvo a salir airosa y
limpia del baño.
La mochila ¡Ay Dios, la mochila! ¿Por qué narices no hice
caso a mi madre y la dejé preparada anoche? En fin, da igual no tengo tiempo
para ponerme a reflexionar, simplemente cojo los libros, si esos, los que pesan
una tonelada y media cada uno, y los meto a presión mientras cierro la
cremallera intentando no romperla.
Mi madre aún sigue en la cama pero la oigo gritar, desde la
habitación: ¡Abrígate, que por las mañanas ya refresca! Gracias mamá, que cosas
tan bonitas me dices de buena mañana ¬¬ Si por ella fuera yo iría al colegio
con un abrigo de piel y 40 capas de ropa, no vaya a ser que me resfríe. Pero
bueno una vez hecho todo esto, cojo las llaves, me preparo un sándwich y si el
tiempo lo permite me siento 5 minutos a ver la televisión.
Son ya las 7:24 salgo disparada de casa, como si me fuese la
vida en ello, no hay ni Dios en la calle, tan solo está el conserje de la urbanización
que es la primera persona que me da los buenos días, le saludo, sonrío y sigo
caminando…y ¡oh! Mierda, las farolas del parque se han roto, no veo
absolutamente nada, pero son tantos días haciendo el mismo recorrido que podría
ir incluso con los ojos cerrados, una vez más salgo de esta.
Llego a la parada y ¡dios santo!, me quejo de mi cara pero
es mirar las de los demás y se me quitan todos los complejos. Algunos incluso
parece que aún llevan las sábanas pegadas. El autobús llega, me monto, ¡Uf! Que
calorcito hace aquí dentro, menos mal porque me espera media hora de trayecto
hasta llegar al colegio. Por fin llegamos, aún está oscuro, bajo y veo las mismas
caras de siempre, las mismas que llevo viendo 5 días a la semana desde hace ya
bastantes años. Sin darme cuenta ya son las 8:10, rezo porque el profesor de la
primera hora no haya venido, pero mis plegarias nunca son escuchadas…Y de
repente entra por la puerta, en clase todo el mundo está con unas ganas locas
de aprender literatura, se lo noto yo en las caras. A esas horas ni si quiera
somos personas, aún seguimos pensando en nuestra almohada ¿Por qué nos torturan
de esta manera? ¿Por qué a nosotros? ¿Por qué a mí?
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