martes, 27 de marzo de 2012

Sacar la mejor cara en los peores momentos


La antigua inquilina de mi piso se llamaba Amelie. Lo descubrí el primer día que fui a abrir el buzón del portal. Había llovido mucho y aún escuchaba el goteo incesante del agua sobre el suelo de mármol, cuando vi una carta dirigida a ella. Pronto me hice una imagen mental de como sería, de como olería o se movería,imaginé que sería capaz de sacar la mejor cara en los peores momentos,que siempre tendría la palabra precisa, la mirada perfecta, imaginé que ella era capaz de cosas imposibles, sabría hacer galletas de chocolate en tardes tormentosas o estar siempre ahí cuando la necesitasen. Estaba segura que sería una enamorada del cine clásico, de la vainilla y de los hoyuelos en las mejillas. Su piel sería la de un melocotón y nunca llevaría paraguas. Usaría una bicicleta para dar la vuelta al mundo y tendría conversaciones interminables con la luna lunera. Es curioso como sin conocer a alguien podemos llegar a imaginarnos su vida con exactitud, sus emociones, sus sueños, sus deseos, sus manías... Imaginaba a la Amelie de la película, una de mis películas favoritas, imaginaba su pelo negro con corte a lo garçon, sus ojos almendra, su boca rosada y ese halo de inquietante misterio que rodeaba cada cosa que hacía. 
Subí la carta al piso, la puse sobre la cama y me senté enfrente de ella. Al fin rompí el precinto pegajoso del dorso y me dispuse a sacar el papel que había en el interior. Pero de pronto paré, me quedé inmóvil, estática, no, no la abriría, si me preguntas por que, no sabría contestarte, pero simplemente no lo hice. Nunca abrí esa carta, ni las posteriores que llegaron, cada mes, durante cinco años.



"Cuando todos los días parecen iguales es porque las personas han dejado de percibir las cosas buenas que aparecen en sus vidas siempre que el sol cruza el cielo"

No hay comentarios:

Publicar un comentario