Le enseñaron a respirar profundo y a contar hasta diez muchas veces. Le contaron algunas cosas acerca de la amistad, esa clase de amor que nunca se extingue. Le revolvieron el estómago, se lo llenaron de mariposas y se las mataron todas al vuelo también. Aprendió un poco acerca del interés, acerca de las ganas prohibidas, de las noches fugaces y del sabor que queda tras unos besos casi muertos. Rió imaginando una vida perfecta, una donde no tuviese que correr atravesando kilómetros.
Pero nunca le enseñaron a parar de bailar cuando la música se acaba, nunca le enseñaron a superar las decepciones, a escoger mejor, a usar la cabeza... Todavía no sabe que se siente cuando te cogen el corazón y le devuelven cada pequeño trozo que le ha sido arrancado... No sabe de sonrisas sin fecha de caducidad. Nunca aprendió a creer en los siempre, para ella todos los finales están escritos con tinta indeleble, no existen las promesas y olvidó los sueños en el asiento de atrás del último autobús. Ahora tiene que aprender otra vez, tiene que aprender a recuperarlo todo, a recuperarse. .
De momento prefiere no creer y va a frenar las ganas de dejarse llevar porque los impulsos nunca se le han dado nada, nada bien. ¿Y todavía preguntan por qué a veces es intratable y por qué no deja que nadie la toque?
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